Doña Mariquita: Una muy pobre mujer, pero rica en espíritu
Entraba a las casas donde la recibían bien, se metía a la cocina y ahí las criadas le daban un cafecito con leche, gorditas de harina con nata y pan de azúcar
Muy pobre era doña Mariquita, pero no tanto que de ella pudiera decirse que lo era de solemnidad. Vivía en cuarto que le rentaban unas hermanas solteras, y ahí tenía su estufa y ahí se preparaba sus tres comidas. Con eso y las garritas que le daban las buenas familias que ella visitaba de mes en mes, doña Mariquita se la pasaba bien, requetebién.
Las gentes de Saltillo la veían subir y bajar por las empinadas callejas de la ciudad. Entraba a las casas donde la recibían bien, se metía a la cocina y ahí las criadas le daban un cafecito con leche, gorditas de harina con nata y pan de azúcar. Al llegarse la fecha iba a la Caja de Pensiones que había fundado la señorita María de Jesús Zamora, y recibía la modestísima mesada que la caridad de aquella buena mujer le había deparado. Tomaba las monedas, se hacía con ellas la señal de la cruz y luego las ponía en un pañuelo grande que anudaba con nudos inextricables. Después guardaba pañuelo y monedas “en el seno”, decía ella.
Amantísima del Señor de la Capilla, para Él eran todas sus devociones. A mañana y a tarde le rezaba, desgranaba frente a la hermosa imagen las cuentas de su rosario. Cuando terminaba el rezo iba y dejaba en el profundo cepo de las limosnas una luciente moneda que al caer resonaba por toda la vastedad del templo.
No era ésa la única limosna que daba doña Mariquita. De lo que todos le daban ella daba a todos: a los astrosos mendigos de la puerta de la catedral; al cieguito de la guitarra en la calle de Juárez; al otro del acordeón que se ponía en la Ferretera del Norte; al que tocaba el arpa por la calle de Zaragoza. Ella, tan pobre, daba a los que eran más pobres aún que ella.
¡Descubre, elige y date un gusto con V+LIST! Los jueves, cada 15 días, recibe una selección exclusiva de ofertas en línea: desde esenciales para el hogar y lo mejor para tu mascota, hasta los imperdibles de temporada.
Alguna gente, con ánimo burlón, le preguntaba:
-Oye, Mariquita, y para ti ¿no dejas nada?
-Para comer, nomás ?les respondía.
-¿Y no guardas algo siquiera?
-¿Para qué?
-¿Cómo para qué? Por lo menos haz un ahorro para que el día que te mueras tengas un entierro decente.
-Si es decente o no mi entierro ?respondía Mariquita? yo no lo voy a saber. De cualquier manera tendrán que enterrarme, deje dinero o no.
-¿Y quién te enterrará? ?le preguntaban.
-El Municipio ?decía ella.
-¿Y si no te entierra? ?le preguntaban otra vez para seguir la burla.
-¿Que no? ?concluía ella, terminante?. Nomás me suelto jediendo, y ya verán si no me entierra.
Y reía Mariquita, y se iba por esas calles de Dios, feliz, despreocupada de los afanes de esta vida y de la otra.