Cd. Juárez, Chihuahua. México .

Diciembre 02 de 2016    

 
 
 
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Catón...


Hora de Abrir Otras Puertas

Llegó una linda chica a la farmacia y le pidió a la dependienta: “Dame una caja de toallas sanitarias”. En seguida alzó los ojos al cielo y exclamó: “¡Gracias, Dios mío!”. (No le entendí)… En la clase de catecismo la señorita Peripalda les habló a los niños acerca del demonio. Al término de la lección Juanilito le preguntó a Pepito: “¿Tú crees en el demonio?”. Respondió el chiquillo: “La verdad no sé. Crees en el diablo y luego te salen con lo mismo que con Santa, que es tu papá”… La encargada del spa le dijo a doña Licantra: “No puedo depilarle las piernas, señora. Tiene usted demasiado vello. Pero si quiere puedo hacerle trenzas, rastas o la permanente”… Una gallinita del corral le comentó a otra: “¡Qué viento tan fuerte está soplando! ¡Ya me ha devuelto el huevo cuatro veces!”… En la merienda de los jueves una amiga le preguntó a doña Tristicia, la esposa de don Languidio Pitocáido: “¿Qué te gusta más: la Navidad o hacer el amor con tu marido?”. Me gusta más la Navidad –respondió ella-. Es más seguido”… Un cierto señor pasó a mejor vida. En la funeraria su viuda gemía pesarosa: “¡Qué hueco tan grande dejas, Leovigildo!”. “Señora –le aconsejó en voz baja un borrachín ahí presente -. No deje que el dolor la lleve a revelar intimidades”… Una de las frases más irritantes que hay en lengua castellana –y en cualquier lengua, para el caso- es: “Te lo dije”. Cuando el bárbaro Trump resultó electo algunos analistas mexicanos indicaron que no había que preocuparse demasiado: una cosa era Trump el candidato y otra muy distinta sería Trump el presidente. Yo me atreví a disentir de ese optimismo. La experiencia me ha enseñado que un optimista es alguien que todavía no ha leído el periódico de la mañana. En este mismo espacio expuse mi opinión en el sentido de que los hombres como Trump hacen siempre lo que piensan, aunque raras veces piensen lo que hacen. Predije, por más que no calzo los coturnos del arúspice, que el magnate cumpliría sus amenazas contra México. El ominoso vaticinio empieza a concretarse: empresas norteamericanas que iban a invertir aquí salieron con que dijo su mamá que siempre no. Por su parte Wilbur Ross, próximo secretario de Comercio, anunció ya que se renegociará el TLC. Eso sí: prometió generosamente —habrá que darle las gracias de rodillas— que México no desaparecerá. Trump empieza a cerrar puertas. Debemos abrir otras… La ciudad: París. La época: fines del siglo diecinueve. La hora: el amanecer. El lugar: el Bois de Boulogne, donde se dan cita los duelistas que con las armas van a dirimir una cuestión de honor. Esta mañana se batirán en duelo el marqués de Harengsaur y el duque de Écrevisse. Los dos pelean los favores de la condesa Mamelue-Nalguier, mujer de grandes atributos corporales tanto en la parte delantera como en la posterior. Están presentes los padrinos de los adversarios, los testigos del encuentro y el juez de armas. Presente está también el médico que asistirá a los combatientes en caso necesario. Todos visten de riguroso luto, por si acaso. Los dos duelistas portan ya sus pistolas de duelo. El juez de la lid los ha hecho colocarse espalda con espalda. Piensa Harengsaur: “Está muy nalgón el desgraciado. ¿Será eso seña de buena puntería?”. Ecrevise piensa: “El maldecido tiene nalgas de cabrito. ¿Significa eso que sabe tirar bien?”. El juez da la orden, y los dos duelistas avanzan paso a paso. El juez mismo va contando: “Uno… Dos… Tres…”. En eso llega un carruaje tirado por caballos al galope. De él desciende apresuradamente la condesa Mamelue-Nalguier y les grita con desgarrada voz a los duelistas: “¡Deténganse, no sean pendejos! ¡Hay pa’ los dos!”… FIN.

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