Cd. Juárez, Chihuahua. México .

Septiembre 22 de 2016    

 
 
 
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Catón...


“¿Te gusta la primavera?”


Jactancio, individuo presuntuoso, le dijo con orgullo a su compadre: “¿Verdad, compadrito, que mi señora se viste muy bien?”. “Sí –admitió el otro–. Pero muy despacio”… Los amigos que andaban de parranda subieron al automóvil en que iban. Le dijo uno a otro: “Maneja tú, Briagoberto. Andas demasiado borracho para cantar”… Una señora pidió en la farmacia: “Quiero píldoras anticonceptivas para calmar los nervios”. El apotecario le indicó: “Las píldoras anticonceptivas no son para calmar los nervios”. “Claro que sí son –afirmó la señora–. Cuando mi hija va a salir con un muchacho hago que se tome la píldora, y eso me calma los nervios”... Don Añilio, caballero de edad madura pero todavía con humos de tenorio, le preguntó a una linda chica: “¿Te gusta la primavera?”. “Me encanta” –respondió ella. “Entonces nos vamos a entender muy bien –sonrió don Añilio–. Yo tengo 75”… Lejos de mí la temeraria idea de decir que fue un fracaso la marcha a que se convocó en la Ciudad de México para pedir la renuncia de Enrique Peña Nieto. Sin embargo, no se equivocará quien diga que el número de asistentes a esa manifestación estuvo muy por abajo de lo que esperaban sus organizadores. Las redes sociales se mostraron más activas en la teoría que en la práctica. Y es que se chatea con los dedos, pero para marchar hay que mover los pies. Por otra parte pienso que no son muchos los mexicanos que están dispuestos a dar el salto al vacío que significaría en las actuales circunstancias la defenestración del Presidente. En un caso como éste decían nuestros antepasados: “Paciencia y barajar”. Aunque parezca que el 2018 está muy lejos todavía, lo cierto es que muy pronto llegará. Podremos entonces expresar con nuestro voto la condena a los males que han derivado del actual Gobierno, o de la falta de él. Digámosle por ahora al régimen: “Nos vemos en la elección presidencial”. (¡Brrr!)… El hermano mayor de Pepito llevó a cierta amiga suya al romántico paraje llamado el Ensalivadero, en el cual las parejitas solían entregarse a ardientes efusiones que más tendían a lo erótico que a lo sentimental. El muchacho no advirtió que Pepito había subido al coche antes que él y se había quedado dormido en el asiento trasero. Despertó el chiquillo cuando su hermano y la chica que iba con él llegaron al Ensalivadero. Sin siquiera una conversación previa, y menos aún sin el foreplay de besos, caricias y arrumacos diversos que deben preceder al acto del amor a fin de obtener de él mayor disfrute y no convertirlo en mera acción mecánica (nota: tampoco como mera acción mecánica ese acto está tan mal), el hermano de Pepito le preguntó a la muchacha con laconismo estólido: “¿Sí o no?”. Respondió ella, terminante: “No”. “Entonces –le dijo el majadero– te vas a pie a tu casa”. Y así diciendo abrió la puerta del coche, hizo bajar a la chica y arrancó luego perdiéndose en las sombras de la noche. Pepito vio aquello sin ser visto por el muchacho. Y ¡ah, deleznable naturaleza humana! Bien dicen los italianos: Un male tira l’altro. Un mal trae consigo otro. Pepito buscó seguir el ejemplo de su hermano. Al día siguiente invitó a su pequeña vecina Rosilita a ir con él a dar una vuelta en su triciclo. La llevó al parque cercano y ahí le preguntó con el mismo tono de Casanova que su hermano. “¿Sí o no?”. La niña no entendió aquello, pero como tenía actitud positiva ante la vida respondió con una gran sonrisa: “Sí”. Eso sacó de onda a Pepito. Se rascó la cabeza, confuso, y luego le dijo a Rosilita: “Bueno, supongo que entonces tú te llevas el triciclo y yo me voy a pie a mi casa”… FIN.

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