GUADALAJARA JAL. (AMI-POST).- No por su condición de militar, y por la misión que le fue encomendada en Jalisco contra el narco, Miguel González Cruz está por encima de los civiles electos por la ciudadanía
El secretario de la Defensa Nacional debería someter a un curso intensivo de interlocución con autoridades civiles a Miguel González Cruz, el general que por instrucciones presidenciales recibió el mando del Operativo Jalisco que supuestamente devolverá la tranquilidad a la población.
Y, de paso, ofrecer un curso de fajamiento de pantalones (o, por lo menos, un cinturón para que se los sostengan) al gobernador Aristóteles Sandoval, de suerte que se atreva a defender a sus presidentes municipales de las ofensas de un alto mando que no por su condición de militar y por la misión que le fue encomendada está por encima de los civiles electos por la ciudadanía.
Es cierto que el Ejército Mexicano sufrió la muerte de una decena de soldados y la humillación de que el crimen organizado le derribara un helicóptero y dejara fuera de servicio, por lo menos, otros 3, pero aún la sangre derramada de la tropa (y la de policías federales también) no da derecho al general González Cruz a pendejear a presidentes municipales de la región colindante a Villa de Purificación.
Recién el gobernador Sandoval llegó a la región de la costa jalisciense para encontrarse con el general González y unos 10 alcaldes. Comieron lo que por aquella región conocen como “chacales”, y en Veracruz y Tabasco como acamayas.
El primer problema empezó porque al mando militar no le gustan estos frutos de los ríos de la región, de tal suerte que hubo que prepararle comida especial. Luego, uno a uno, los presidentes municipales pasaron lista en privado con el general, teniendo como único testigo al gobernador.
Al militar le interesaba saber cómo fue que los alcaldes no se percataron del periplo del convoy del jefe del cártel Nueva Generación si el Ejército cuenta hasta con fotografías satelitales del traslado de los mafiosos.
Las reuniones transcurrieron en paz, unas, y otras no tanto, porque algunos no son dejados ni permiten que se les trate de pendejos.
Se debe reconocer que cuando esto llegó a ocurrir, el gobernador Sandoval se atrevió a intervenir con cierta timidez, aduciendo que los presidentes municipales estaban colaborando; la respuesta seca fue que no estaban ahí en plan de colaboración, sino porque son sospechosos. Aristóteles, me dicen, prefirió callar y ya no volvió a abrir la boca.
