Cd. Juárez, Chihuahua. México .

Marzo 26 de 2015    

 
 
 
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Sin Gafete


*.- Colosio, Colosio, Colosio...

*.- No existe el hubiera...

*.- De muy Mal carácter

A LA DISTANCIA, inmensa como lo que hemos cambiado país y ciudadanos, me quedo con las lágrimas inconsolables de amigos y colaboradores en la agencia funeraria, cuando la viuda salía en su automóvil leyendo los periódicos. De la conmoción, el dolor, el hubiera no debemos hablar porque siguen presentes.

Luis Donaldo Colosio fue un hombre provinciano, educado entre los ricos de Monterrey, viajado, que por destino ocupó un espacio privilegiado en el poder presidencial, convirtiéndose en el último candidato priísta por voluntad unilateral del habitante de Los Pinos.

Su carrera política, su historia profesional, está escrita junto a Carlos Salinas de Gortari en el ímpetu de cambio y de éxito que acompañó su sexenio casi hasta el final. Si algo representó a la perfección fue su papel de "heredero".

No era un político fuerte ni tenía suficiente vinculación con anhelos democratizadores en su historia para convertirse en reformador, revolucionario o garante del cambio partidista en el poder. Era el candidato de Carlos Salinas de Gortari.

Su asesinato, recubierto del sospechosísimo a priori de una sociedad agraviada, lo ha convertido en sinónimo de todo lo bueno del PRI. En víctima del mismo poder político que representó a perfección, con todos sus vicios y sus pocas virtudes.

Era un buen candidato presidencial.

De mal carácter. De muy mal carácter, lo que fue un factor decisivo en su muerte. Porque fue Colosio quien, a gritos, exigió no tener seguridad. Quien evitó que el general Domiro García hiciera su trabajo con la eficiencia indispensable.

Quien ordenó que hubiese esos desordenes peligrosísimos desde el mismo día de su ungimiento en el auditorio del PRI, contra el sentido común, el consejo de todos, fue Luis Donaldo. Muchedumbres encima de él...

Esa falta de seguridad permitió que el asesino pudiese dispararle.

Lo que siguió fue una historia plena de intereses y prisas por eliminarla del panorama electoral. Al actual titular de la CNDH, Luis Raúl González, le tocaría años después poner un poco de orden en una investigación donde todos metieron la mano sin que hubiese, verdaderamente, una razón para hacerlo.

Lo cierto es que nos merecíamos a este candidato, con todo y su mal carácter, con sus novias, con sus exabruptos, como primer mandatario. Y que nos hemos sentidos huérfanos, decepcionados por su sucesor, furiosos por la llegada de la familia dicharachera de apellido Fox... y que a través de los años hemos formado nuestra propia fantasía sobre Colosio.

Siempre a la medida de nuestras carencias, de la ilusión colectiva de tener un mandatario que nos escuche y pueda, sepa resolver nuestros ancestrales problemas.

Así Luis Donaldo, con el paso del tiempo se ha convertido en el "hubiera" más trillado. En las ganas de que nuestros gobernantes, en todos los ámbitos del poder, sean de verdad. Fueran de esa cultura del esfuerzo que compartimos, como logró transmitir con sus pantalones de lona y sus camisas norteñas.

Tal vez Manuel Camacho Solís hubiese sido mejor candidato, y seguramente mejor mandatario. Pero usaba lentes y hablaba quedito, y no daba los manotazos del sonorense. A estas alturas de la historia tampoco esto importa.

Lo que permanece, como una vergüenza nacional, es el desenlace de la guerra del 94 en Chiapas. Esa vigencia de un cese al fuego unilateral que todavía hoy, a más de 20 años de distancia, les permite a los zapatistas adueñarse de parte de nuestro territorio y cobrar millones mensualmente por permitir el paso a sitios de atracción turística.

Luis Donaldo fue asesinado, todo lo indica así, por un asesino solitario que nunca sabremos qué intereses obedeció o sí los hubo más allá de su mala cabeza.

Y cada aniversario luctuoso es propicio para lucrar con su memoria y desempolvar teorías jaladas de los pelos. Con la muerte de Colosio perdió, más que ninguno otro, su amigo Carlos Salinas de Gortari. Y después millones de mexicanos que padecimos el "Error de Diciembre", el gobierno errático a favor de los privilegiados de Ernesto Zedillo.

Todos perdimos en alguna medida. Y todos hubiésemos ganado si Colosio hubiese permitido que la gente de Domiro hiciera su trabajo.

Por eso, en su memoria, me quedo con las lágrimas ciertas de los que lloraron esa tarde de marzo en Gayosso...



En Tuiter: @isabelarvide

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